Andrés, el mayor, es una súper estrella del rock. Javier, el menor, pegó un par de hits en tiras. Pero cuando se metieron con el tango, cambió la historia. El más chico se agrandó, ganó dos Premios Gardel y va por un Ópera El 1 de junio, cuando Javier Calamaro suba al escenario del Teatro Opera, habrá alcanzado una nueva meta en la impensada carrera que cambió su destino de rocker y le otorgó la ventaja menos sospechada sobre el célebre Andrés, su propio y omnipresente big brother.
En la reciente edición de los premios Carlos Gardel, la estatuilla de Revelación del Tango, categoría en la que los dos hermanos estaban nominados, terminó en manos de Javier.
Hasta ahora siempre se apoyaron mutuamente, del mismo modo que eludieron las comparaciones: eso se lo dejaron al periodismo.
Andrés, el mayor, es uno de los monstruos sagrados del rock nacional cuyas glorias y hitazos (desde la banda Los Abuelos de la Nada hasta el disco quíntuple El salmón, pasando por Los Rodríguez) es ocioso repasar.
Javier, el menor, comenzó con Los Guarros y llegó al hit cuando sus temas desembarcaron en televisión (como cortinas de las tiras de Pol-ka Vulnerables y Soy Gitano).
Pero la incursión de ambos hermanos en el tango, cambió los tantos. En 1998, Andrés incluyó Cambalache y Volver en su compilado Inéditos, rarezas, canciones. Luego llegó El Cantante, con versiones de Malena y Sus ojos se cerraron, entre otros. En 2006 Tinta Roja: un disco en el que se dedicó interpretar o reinterpretar clásicos del género.
Mientras, Javier fue internándose de a poco en el territorio del tango. Primero se dedicó a versionar los clásicos que mejor se amoldaban a su forma de cantar y su personalidad, como La última curda y Garúa. Después se atrevió a la composición.
Así fue como en 2006 apareció con Villavicio, su disco debut como artista de tango, con el estilo mitad tradicional, mitad pop de su Orquesta Pirata, y con el aval de invitados como Rubén Juárez y Adriana Varela.
Por su parte Andrés multiplicó rápidamente, con Tinta Roja, cifras de venta con la que el más optimista de los tangueros no se atrevería a soñar, aunque no tuvo buenas críticas y cosechó más de un comentario irónico entre los intérpretes tradicionales del género.
Raúl Lavié opinó en una entrevista: “Al abordar el tango, que es riguroso en su tratamiento, la sola intención no basta. Y (Andrés) Calamaro lo trata de acuerdo a los límites que tiene como cantante.”
Javier no pudo eludir la polémica que desató su hermano, pero zanjó la cuestión: “Andrés es un gran compositor, con un gran talento. Pero ni Lennon hizo bien todo lo que hizo.”
En abril, los Premios Carlos Gardel tuvieron a Andrés entre los favoritos, con diez nominaciones, en total, entre su disco tanguero Tinta Roja y su álbum rockero El palacio de las Flores.
Una de las categorías, Artista Revelación de Tango, lo enfrentó con su hermano. Finalmente la distinción quedó para Javier, que también se impuso en el rubro Artista Masculino de Tango.
A Andrés le quedó como consuelo la estatuilla de la categoría Tango Nuevas Formas y Javier celebró, eufórico, la aprobación del jurado de 1500 miembros que le permitió llevarse a casa al bronce que sonríe, y por duplicado. Ahora culmina el festejo con un concierto en el Opera, sala que no muchos artistas del género apostarían a colmar.
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