La Pedrera rescata las melodías silenciadas bajo el nazismo
La Pedrera acoge hasta el 27 de mayo una gran exposición sobre la importancia de la música en el régimen nacionalsocialista de Hitler que ayer inauguraron Jorge Semprún y Narcís Serra. La música y el Tercer Reich. De Bayreuth a Terezin ofrece una amplia panorámica sobre el cambio radical que experimentó la música y las artes en general tras la subida al poder de Hitler. "Analiza la responsabilidad del artista frente al poder y la sociedad", declaró ayer Pascal Huynh, comisario de la muestra, que procede del Museo de la Música de París y que en Barcelona se ha ampliado de 200 a 300 piezas.
Pinturas, dibujos, grabados, grabaciones sonoras, películas, esculturas, material gráfico y documental componen un interesante mosaico en el que se contrapone la libertad creativa de la República de Weimar, periodo anterior al Tercer Reich, a la politización de este régimen.
Unas imágenes de la escenografía del segundo acto de la ópera de Beethoven Fidelio (fotos) muestran el cambio de criterio estético y el regreso al pasado. El abstracto diseño de 1927 que Ewald Dülberg hizo para la Krolloper (coliseo que tuvo que cerrar a los cuatro años de su apertura) contrasta con el de 1938, un proyecto que ensalza el retorno a las fuentes medievales. Lo firma Edward Suhr, ayudante de Benno von Arent, el escenógrafo oficial de mayor relevancia del Tercer Reich.
EN CAUTIVIDAD
La Alemania nazi rechazaba las vanguardias y marginó a todos aquellos artistas que no se plegaron al canon oficial. En ópera se ensalzaba el romanticismo, los temas mitológicos e históricos. Richard Wagner, el compositor preferido del führer junto a Bruckner, fue utilizado por el régimen para propagar los valores nacionalsocialistas.
El nazismo silenció la llamada música degenerada (como el jazz, calificado de judeo-negro) a la que dedicó una exposición en 1938 en Düsseldorf. "El jazz y los judíos se consideraban impuros", recordó Huynh. Los músicos perseguidos por el régimen que no huyeron fueron a campos de concentración. La exposición dedica la última parte a la creación musical en el campo de Terezin, en contraposición a la de Bayreuth, templo wagneriano.
En Terezin, situado a 60 kilómetros de Praga, se hizo desde ópera hasta música de cámara representada por los propios prisioneros. "La voluntad de crear es la misma que la de sobrevivir", declaró Viktor Ullmann, compositor checo que animó la vida cultural en Terezin antes de su traslado a Auschwitz, donde murió 1944. Sus obras compuestas en cautividad, así como la de Gideon Klein, Pavel Haas y Hans Krása, fallecidos en campos de concentración, se interpretarán en La Pedrera y en el Auditori.
Fuente: El Periódico de Catalunya
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