La 'voz individualizada' de Félix de Azúa
Desde su pulcrísimo estudio (libros ordenados, plumas en sus cajetines, agendas alineadas...), Félix de Azúa (Barcelona, 1944) disecciona con su idiosincrásica ironía igual su poesía que las últimas municipales, en las que fruto de su desencanto ni siquiera ha votado al partido que ayudó a promover, Ciutadans: lo hizo en blanco. Es una visita fugaz ya que se vuelve a Francia, donde pasa ahora medio año: "A los políticos ya les va bien cómo funciona todo esto, así que aquí no queda más que largarse y es lo que he hecho bajo la excusa de unos cursos en Ginebra". La breve estancia responde a la aparición de tres libros suyos a la vez: Última sangre. 1968-2007 (Bruguera), su poesía completa, a la que ha regresado tras casi 20 años con algunos poemas; Abierto a todas horas (Alfaguara), selección de los textos de su blog -y que abre la colección El boomeran(g), junto a la misma experiencia de sus colegas Santiago Roncagliolo (Jet lag) y Marcelo Figueras (El año que viví en peligro), todos inducidos a bloggear por el editor Basilio Baltasar en la web elboomeran.com- y La invención de Caín (Alfaguara), recuperación de sus textos sobre ciudades. Y se acercan, para otoño, dos más: una muestra de sus artículos (Ovejas negras, en Bruguera) y un estudio sobre pintura (Abada). "Dejé de hacer poesía porque pensé que no estaba a la altura, sobre todo tras leer a Hölderlin, poeta más radicalmente actual que los de hoy. Hace dos años volví a ello y me salieron unos versos iguales: por lo visto, siempre escribo lo mismo, lo que quiere decir que muy posiblemente éstos serán los últimos de verdad", afirma. Azúa admite, pues, que está "a la altura, lo justico de lo que se hace ahora", una época en la que en los últimos 20 años escasean eso que Baudelaire llamó los faros. "No hay hoy grandes luces verbales en ningún idioma", afirma. Y oteando mucho y entendiendo que la prosa también participa de la condición poética, cita la de Rafael Sánchez Ferlosio, la más interesante en su opinión, junto a Juan Benet. "Ferlosio puede hacerte ver cuál es la vida posible del lenguaje, cómo respira y canta; en Francia está Julien Gracq y en Italia, el ya fallecido Giorgio Manganelli; no veo muchas más luces". |
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